El concepto de telemedicina en España no es en absoluto una palabra nueva. Sin embargo, en los últimos años este vocablo ha adquirido, si cabe, aún más renombre del que ya tenía, transformando para siempre la forma en que los ciudadanos solicitamos y accedemos a la atención médica a nivel global. Hoy en día, cada vez más personas hacen uso de esta palabra -aparentemente- tan revolucionaria e innovadora, pero lo cierto es que el concepto de telemedicina tiene sus raíces en el siglo pasado.
Que la telemedicina en España ha venido para quedarse es una realidad, pero ¿Cuándo empezaron a implementarse las nuevas tecnologías en el sector salud? ¿Cuál es el papel de éstas en el sistema sanitario español actual? ¿Cómo podemos visualizar un futuro protagonizado por la telemedicina en España?
Los inicios de la telemedicina en España
Si bien, como decíamos, la telemedicina está hoy en día más presente que nunca en casi todos los sistemas sanitarios, en realidad se trata de un concepto que lleva gestándose desde hace más de cien años. Empezó a tomar fuerza durante la década de los 70 con el desarrollo de las tecnologías (ordenadores, internet, dispositivos móviles…), manifestándose como una nueva herramienta muy eficaz a la hora de vencer las barreras geográficas y permitir que los habitantes de zonas rurales y/o las personas que vivían en países en desarrollo pudiesen acceder más ágilmente a los sistemas de salud.
Ya en el año 2000, la Organización Mundial de la Salud (OMS) empezó a acuñar el concepto de telemedicina con mayor precisión y firmeza, refiriéndose a ella como «el uso de tecnologías de comunicación e informática para mejorar la atención de salud de poblaciones dispersas y remotas. Con el avance de la tecnología electrónica, informática y de comunicación, se han realizado grandes inversiones en el sector de las telecomunicaciones, y se están reformando y modernizando el sector salud que apunta a una mayor equidad en la prestación de servicios, mayor preocupación por la efectividad y la utilidad de las actividades en el campo de la salud y la racionalización del gasto.»¹
A pesar de que se trataba de una descripción realmente acertada y que dejaba entrever las principales misiones de la telemedicina -incluso en un momento en que en el mundo todavía no imperaba “la cultura de la sobreinformación y de la inmediatez”-, el concepto siguió pasando desapercibido entre la mayoría de los ciudadanos durante prácticamente toda una década.
Telemedicina en España en la actualidad
No fue hasta el año 2015 que, impulsado por dos leyes y por el Plan de Transformación digital de la Administración General del Estado y sus Organismos Públicos (Estrategia TIC 2015-2020), apareció un nuevo escenario donde la tramitación electrónica empezaría a ser el modo prioritario de actuación por parte de las Administraciones en su relación con los ciudadanos, así como en la relación entre las distintas administraciones², dentro de las cuales se hallaba indudablemente el acceso al Sistema Nacional de Salud.
Si bien, de nuevo, se trataba de una iniciativa muy estratégicamente configurada y cuyas intenciones eran modernizar y agilizar los procesos mediante los cuales los ciudadanos españoles harían uso de los servicios de salud a partir de entonces, tuvieron que pasar cinco años hasta que las circunstancias nos impulsaron (e incluso nos obligaron) a aferrarnos a ella.
El covid-19 y la era de la revolución digital
En el año 2020, la covid-19 irrumpió con fuerza y millones de personas de alrededor del mundo tuvieron que detener sus frenéticos ritmos de vida, confinándose en sus hogares y limitando el contacto social al máximo. En un contexto en que la salud -el bien más preciado de que disponemos las personas- empezó a tambalearse a nivel global, la atención médica seguía siendo un recurso imprescindible, un servicio al que todos -aunque unos más que otros- seguíamos necesitando acceder.
Y fue precisamente impulsado por la pandemia que el uso de la telemedicina en España empezó de facto a consolidarse. Según se recoge en una encuesta de la plataforma Capterra³, el 62 por ciento de los pacientes españoles afirma que durante el año 2020 utilizó de algún modo el sistema de teleconsulta. Un hecho que deja en evidencia que el factor desencadenante de esta nueva forma de relacionarse y de interactuar fue la crisis sanitaria ocasionada por la COVID es, de nuevo, otra cifra de esta encuesta, de la cual se desprende que un 92% de los encuestados que usaron alguna plataforma de telemedicina durante el 2020 lo hicieron por primera vez.
De estos datos se deduce que, en efecto, fueron tiempos de transformación radical para el sector sanitario, tanto en el ámbito público como en el privado. En este sentido, las aseguradoras de salud se situaron en una situación privilegiada, pues la gran mayoría de ellas ofrecían de algún modo servicios de atención a distancia como, por ejemplo, a través del teléfono o de aplicaciones que permitían llevar a cabo de forma autónoma las gestiones más burocráticas, como concertar citas o solicitar autorizaciones.
Sin embargo –y especialmente en el año 2022–, cuando por fin hemos empezado a visualizar la luz al final del túnel y, al parecer, las restricciones sanitarias se han visto prácticamente eliminadas, la pandemia nos ha dejado con la incertidumbre de cómo será la atención médica del futuro y cuál será el papel real de la telemedicina en este nuevo escenario.
Telemedicina: una mirada hacia el futuro
Desde los últimos dos años, es un hecho indiscutible que la telemedicina se halla en un momento álgido y los datos reflejan que lo más probable es que en el futuro más cercano siga en la misma tendencia.
Sin embargo, la mayoría de los expertos apuestan por un futuro híbrido en que los ciudadanos podamos aprovechar al máximo las ventajas que la telesalud pone a nuestro alcance (por ejemplo, la descongestión del sistema sanitario; la disminución de los costes, desplazamientos y tiempos de espera; la reducción de las visitas innecesarias; la posibilidad de discernir entre los casos que requieren atención médica urgente y aquellos que no; el uso de la medicina de una forma más proactiva y preventiva por parte del paciente…) sin tener por ello que renunciar a acudir al médico de forma presencial en aquellos casos en que sea necesario.
Las nuevas tecnologías son nuestras aliadas y los conceptos ‘médico’ y ‘telesalud’ no deben estar reñidos en ningún caso, sino caminar de la mano y de forma sinérgica hacia un futuro en que la atención médica, independientemente de cuál sea el formato en que se manifieste, esté cada vez más optimizada y sea realmente universal y accesible para todos.